
Lamentablemente uno se acostumbra a echar de menos.
Se acostumbra incluso a echar de menos a quien en un segundo provocó el mayor latido que tu corazón haya sufrido, y ni siquiera ese alguien se dió cuenta, o sí, pero él no lo echa de menos. Y sin embargo tú y tu corazón se han acostumabrado a esa lamentable costubre de echar de menos.